jueves, 19 de mayo de 2011

El inicio de la lucha



Es difícil guardar silencio cuando tienes una urgencia de compartir lo que pasa en tu cabeza y en tu pecho, es sentir esa enorme carga emocional aglomerarse dentro de ti y entrar en ebullición. Pero ahí debe seguir, debo callar.

“Romeo, ¿puedes escucharme sino hablo? ¿Sabes dónde buscarme si dejo de hacer ruido? ¿Conocerás mi aroma en medio de un campo de lavanda? ¿Por qué no puedo controlar el deseo de gritar?”

Solo llevo un día y me ansiaba poder sentarme a escribir, me prometí no abrir mi corazón, no decir cómo me siento, no comentarle a nadie, aprisionarlo en mi corazón. Y es una rara sensación; si bien ya sabía que de pronto no tenía con quien hablar, que no había con quien compartir, que no leerían lo que escribo o comento, que simplemente hablaría en un centro de personas sin que prestaran atención a lo que digo. Ahora con la sentencia propia de no hacerlo el ardor de mi pecho me hace querer bailar, escribir, hacer música, el deseo de que me vean no desaparece.

El controlar el ardor, el no querer la mirada del mundo. Dios mío, permíteme poder esconderme, recuérdame en el silencio la dulzura de tus susurros. El silencio me duele no por no poder estar conmigo, sino por la voz que angustiosa viene de dentro y me dice “¡por favor grita! No calles, búscalos, llámalos, ábreles el pecho, párateles en frente, por favor no te escondas, no me hagas sentir más solo, no me hagas sentir que no les importo, si yo no los busco ellos no vendrán, ¡ten piedad de mí! ¿No ves mi llanto? ¿Acaso no ves mis necesidades de compañía y afecto? ¿Por qué te escondes si lo necesitas también tú? ¡Ellos son quien deberían callar y escucharte, quienes deberían ponerte atención, quienes deberían pedir perdón por sus negligencias, faltas de tacto, tu no! ¡Por favor grita! Pero los cisnes la calman y tratan de explicarle que este sagrado silencio es para honrar lo sagrado de nuestro corazón.

El pecho me incita a tomar el teléfono, a postear en redes sociales, aun sabiendo que puede que no tengan ninguna reminiscencia, pero sabiendo que así el deseo interno de decir “¡aquí estoy!” será saciado. Dado que no me pude controlar reserve solo a una persona hasta ahora a seguirle pasando los vínculos a este rincón, si alguien más entra serìa por propia voluntad, yo debo dejar de buscarlos.

Un día y no sé cuántos falten.

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