Me perdi en el vortice de mi cabeza. Me abri paso entre las afiladas cuchillas de los diamantes que quedarón a la vista despues del golpe fatal, y al arrastrarme entre ellos los teñi de rojo con mi sangre.
Llegue sangrante y agonico al otro lado del tunel, me vi desnudo, misero y repugnante. Busque en vano una mano amiga que me ayudara a levantar, esperé en vano que alguno de mis amigos o amigas me buscara en este día, metí la mano en mi vientre y saque de el aceite, y con él empece a ungir mis heridas, le puse a mi corazón una corona de laurel y en las alas del cisne hojas de olivo.
La sangre tiñó el suelo, mis lagrimas la lavarón despúes, y aun con las heridas abiertas pero con un ejercito de esperanzas custidiando mi desvalida persona comence a caminar de nuevo.
Mi propia voz comenzó a cortejarme, me regalo los cumplidos dados a extraños, me perfumo con escensias de oriente, puso en mis labios gotas de miel y leche, sobre el otrora carmín suelo lanzo petalos de lirios y lotos, y me invito a recostarme y me pidio que llorará.
Y lloré, lloré como una viuda. Le lloré a todo, sin pensar, sin recriminar, sin analisar, sin buscar "por qués" o "cómos" y sollozando comence a sacar de mi interior la negra y pútrida savia que quedaba atorada en mis extremidades y torso.
Me busque distraer, y decidi ir a ver bailar a mi maestro de ballet a Coyoacan, fui y llevaba algo de retraso, pero confiaba en llegar. No obstante el camino me hizo llorar, vi a parejas, a madres con sus hijos, familias, y me vi a mi solo caminando por la calle queriendo desplomarme. Y de la nada ua sonrisa, una palma en mi hombro, un extraño que se acerco para mi y me preguntó si podria ayudarme, que no llorará y caminó conmigo un momento, me pidio permiso para elevar por mi una oración y comenzó a hacerlo diciendo "Dios mio, tu que conoces lo que hay en el interior de su corazón" en verdad, solo Él y yo en verdad sabiamos que habia dentro, pero era tan grato reconocer a a alguien más que eso pasaba. Me senti mejor, la fé en el ser humano regresó.
Me dirigí a donde era la funcion y cai en cuenta de que ya habia empezado hacia cuarenta y cinco minutos, me sente, solloce y decidi aprovechar que estaba en ese lugar. Continue caminando y termine nuevamente en la iglesia de San Juan, me desplome y deje a mi alma partirsé ante los ojos de quien se que no haría meya del árbol caido. Y ahi en ese santo lugar, mi voz nuevamente comenzo a cantar, en recordar lo bello del mundo, en cantarme nanas, y senti que el mundo finalmente no podia ser tan malo mientras existan personas que amen y extraños que se acerquen a regañarte una sonrisa, y voltee al altar y me senti mejor.
Camine, y volví a darle las gracias al extraño, me costo trabajo acercarme y hablarle, no le pedi su nombre, tal vez nunca lo vea de nuevo, pero no lo olvidaré jamás. Camine y avance, y aun cuando de pronto quiero llorar recuerdo, vuelvo a oir y camino.
Quien vive de amor, morirá por amor. Pero la muerte cobra entonces una dimension nueva.
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