miércoles, 1 de junio de 2011
Yo vengo a ofrecer mi corazón
...las almas tristes de aquellos
que vivieron sin alabanza y sin infamia.
Mezcladas están al odioso coro
De los ángeles que ni rebeldes fueron
Ni a Dios fieles, sino para sí solos.
Los cielos los rechazan por no mancharse,
y el infierno profundo los evita,
pues de estos reinos alguna gloria cobrarían.
...Estos no tienen esperanza de morir
y su ciega vida es tan baja,
que envidian toda otra suerte.
El mundo no conserva su memoria;
La misericordia y la justicia los desprecia:
No pensemos en ellos, sólo mira y pasa (2)
La acedia me persigue, la tengo ubicada… y es más fácil atacar al enemigo cuando conoces su cara. Su cara felina que me mostro aquella noche mientras mi cuerpo y mente sucumbían ante narcóticos, pero mi corazón y ángel me decían “Despierta, por amor, levántate y vete” de mis más grandes temores y retos, luchar contra esa cara oscura de dientes afilados que segura de su victoria me mostro la cara de quien me asesinaría.
Y ahora, luchando por volver a trabajar, por retomar mi lugar como rey de mi cielo y servidor del Rey de los Cielos, es que vuelvo a toparme con su cara, pero ahora encubierta, malévola vejez y tedio disfrazada de novia radiante. Tus hilos de araña se pegan a mis brazos, me jalan a tierra, me duermes con rus fúnebres nanas, pero me resisto a quedarme en tu frio tálamo.
La acedia, el pecado capital del no hacer, de no merecer el cielo ni infierno, pensé que ya no tenía nada que hacer, que ofertar, que pelear, ya ese tedio mortal de dormir frente a la cueva del león esperando un final fácil.
Descubrí este día los secretos que mi persona me escondió para cuando los necesitara, leche y miel que mi corazón rebosa… y ahora antes de dormir recuerdo, nací en el corazón de la luna, en el centro del lago de Meztli, en México, y al final al caer en la batalla a mi conocimiento llega una frase que me helo y reavivo el fuego. “¡Vengo a entregar mi corazón!”
Grito de guerra de quien ya no tiene más que entregar, pero también de quienes conocen el valor de ese tesoro interno, ese dar todo con tal de obtener algo, ese grito recordándome mis oraciones nocturnas diciendo “vengo a darte lo que esta personita pueda ofrecerte”
Luchar contra la acedia de la noche de la fe, del cansancio corporal, de la fatiga emocional…. Y la cura de eso, es el amor. Y por eso, vengo a entregar mi corazón Mi querido Dios.
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