martes, 4 de noviembre de 2014

Oximorión

Giuseppe Tartini - El trino del diablo

Ven y danza conmigo,
en un frenético baile
hasta que el aliento falle
y no pueda ya respirar...

Desconectando mi mente
fluyendo en esa danza
en esa loca comparsa
de sones y de cantares.

Más no cual bacante loca,
ni cual pristina sibila,
sino como alma perdida
que sabe por donde anda.

Ni tan pristina ni casta,
ni tan candoroso seno,
pues sus manos en el cieno
encontra un día sumergidas,
más en el pútrido fango
un loto vio que emergía
y de su luz hizo guía
y voló, en cisne se torna,
ya recuerda y ya retoma
la luz que yacía perdida,
así esta nueva ninfa
si conocío del pecado.

Más tampoco fue nefasta
ni blasfemo su seno,
pues en ese estado misero
jamás perdio la esperanza,
ni la Fe de que la balanza
se inclina por quien más ha amado.
Así el final el pecado
se queda ya redimido,
por amor tan enfurecido
que quema y todo lo abraza,
de aquel que es la causa
de que todo acontezca,
Amor que todo lo quema
que generoso perdona,
a esa alma pecadora
que aún en desgracia
lo busco angustiado,
sabiendo que no es el sabio
el que más necesita consejo.

 La rosa que toco el fango,
el lodo que se hizo esfena,
la mancillada azucena,
la candorosa estopelia,

Ni luz ni sombra, ya todo
de pronto se me condensa,
y siento en mi cabeza
un calor que calido arde,
que en la frente me abre
un punto tan caprichoso,
de pronto arde gustoso
de pronto se torna frio,
a veces ni lo percibo
a veces se hace notorio,

 El maestro que se equivoca
el alumno que no avanza,
más siento que la balanza
esta casi en su punto.

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